Joaquín llegó a la ciudad y fue rumbo al bar de Ángelo, no podía conservar su temple, tampoco encontrar a Leyenda. Pero al llegar, ella y Ángelo hablaban tranquilamente.
-: ¿Qué haces aquí? –preguntó Ángelo y luego miró con pena a Leyenda.
-: Terminé aquí –dijo Leyenda señalando un plato de comida- Ya terminé Ángelo… ¿y tú? –le insistió al anciano sin prestar atención a la presencia de Joaquín.
El muchacho miró la escena, pero actuó opuestamente a lo que se suponía haría; se acercó a Leyenda y mostrando una diminuta ánfora a modo de dije habló.
-: ¿Qué significa esto muchacha?
Leyenda miró a Joaquín y se levantó para irse, pero el muchacho se lo impidió tomándola del brazo.
-: No te vayas sin contestar, explícate, ¿qué es esto?
Ángelo lo miró alarmado.
-: Joven Joaquín no… -pero Leyenda no reaccionó- ¿qué es lo que pasa?
Leyenda dejó de luchar.
-: Es… es difícil olvidar, pero los recuerdos… son amargos para quien perdió a los demás… -Leyenda miró a Joaquín, pero no pudo guardarle rencor aunque sí contestarle- gracias por recordarlo…
Leyenda esquivó a Joaquín y se fue, Ángelo miró a ambos inmóvil.
-: No debiste hacer eso… su trabajo es duro muchacho –intentó explicar.
-: ¿Su trabajo?
-: Es algo que entenderás a su tiempo Joaquín –contestó Ángelo mientras acomodaba una copa.
Joaquín observó el dije pensativo.
-: Lo sé, pero quiero entenderlo ahora.
Ángelo lo miró compasivo.
-: Adiós –dijo. Joaquín asintió y desapareció del campo visual del anciano.
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Capítulo 8:
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