Llegaron después de un rato al bar, para curar sus heridas Ángelo y para ayudarlos Joaquín cargando a Leyenda. Al tiempo que la muchacha del bar se dedicó a la hermosa criatura, Joaquín intentó sacarle a Ángelo la verdad. Leyenda despertó en una habitación, mientras que en otra Ángelo comenzó su relato.
-: Éramos tres amigos, bandidos para muchos, excepto para ella. –dijo Ángelo.
La historia se intercala, la muchacha y Joaquín, en cuartos separados, escuchan una a Leyenda y el otro a Ángelo.
-: Escapé… de un refugio –prosiguió Leyenda- y acabé con su grupo.
-: Era una persona inocente, tan solo tenía quince años en apariencia… -continuó Ángelo.
-: Yo… -Leyenda no pudo seguir…
-: Ella se entregó a cambio de nosotros, la policía llegó por tres bandidos y encontró a una niña, pese a que se la llevaron ella volvió a desaparecer tiempo después.
-: Entonces ¿Qué es lo que sabe? –Inquirió Joaquín- ¿por qué se irritó de esa forma?
-: No cree que alguien sea capaz de traicionar a sus hermanos…
-: ¿Por qué no le cuentas la verdad? –insistió el muchacho.
-: No tomarás en vano vidas ajenas, porque la sangre mancha más profundo que la tinta; -dio por respuesta Ángelo y siguió- aquel que escuchó la palabra venganza intentó llevarla a cabo y solo perdió las riendas; no siembres la sospecha…
-: En un puro corazón, que el alma, si es herida, tarda… tarda más que el cuerpo en sanar y en olvidar los malos recuerdos que carga y encuentra en el camino de la vida y la no vida. –Terminó el chico.
-: Ella fue quien me enseñó esos versos y… -Ángelo se detuvo, un grito ensordecedor provino de donde Leyenda y la muchacha estaban.
Algo asustó a la muchacha, Leyenda desconfiaba de su alrededor en una especie de trance, es que el dolor ensordecedor de las palabras dichas no la dejaba en paz, intentaba retirarse y Joaquín lo opuesto. Ella en su afán de alejarlo lo lastimó en un brazo, él se acercó aún más y, mirando sus ojos, la hizo reaccionar:
-: Está bien, no hay que alarmarse, no es dolor lo que sientes sino un vago recuerdo, esta... –Joaquín sujetó a Leyenda por la muñeca y sintió su pulso desenfrenado, su calor, pensó para sus adentros y de pronto recordó lo que había sabido desde el principio “ve lo que yo” – Está bien, puedes estar tranquila ahora, mírame a los ojos –ella intentó alejarse nuevamente para no dañarlo…- no, espera, -la detuvo- mírame a los ojos, ¿no lo ves acaso? Ese mismo brillo, mis ojos… son como los tuyos Leyenda…
-: Yo no… -Leyenda intentó decir algo pero sus heridas eran reales y necesitaba otro tipo de atención, alguien que se haya especializado más en su caso.
Joaquín tomó a Leyenda en sus brazos y la llevó al único lugar posible…
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Capítulo 4:
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