Una hora más
tarde Joaquín llegó al refugio de la ciudad, una especie de pueblo aparte
dentro de la ciudad en ruinas. El muchacho depositó a Leyenda en una camilla en
la sala de emergencias y buscó un doctor, este último al llegar pudo reconocer
a la muchacha como si toda la vida la hubiese vivido con ella.
-: Le…
Leyenda, pensé que…
-: Yo también
lo pensé, pero está viva –interrumpió Joaquín…- ¿Acaso la conoce Dr. Esteban?
El hombre
trató de eludir la pregunta.
-: Eso no
importa ahora, ya van muchos años de cargar sus heridas, es mejor que me apure.
–El doctor se preparó y tomó una jeringa con un tranquilizante- Para evitar que
entre en trance es mejor que la duerma…
-: Confío en
usted –dijo el chico.
En el momento
en que el hombre intentó inyectar a la criatura ella reaccionó, un latigazo
contra el suelo y un movimiento tomando al viejo rompieron un costado de la
camilla y dejaron al doctor casi
inconsciente contra una pared. Una muchacha se acercó corriendo.
-: ¡Papá! –fue
a ayudarlo mientras veía a Leyenda comenzar a convulsionar.
Joaquín se
acercó en vano para calmarla.
-: Esto no va
a funcionar, ella no puede creer en mi… si no cree que yo sea…
-: No es eso
–interrumpió Esteban aún adolorido- ella sabe bien, pero cuando el olor y las
lágrimas se mezclan en un corazón tan puro y tan inocente solo hay uno que
puede despertarla de ese trance, pero –Esteban se alarma ante lo que ve, su
hija intenta acercarse a Leyenda que aún reposa sobre la camilla rota- ¡No
hagas eso!
El viento roza
la cara de la chica y Joaquín logra hacerla retroceder antes de que sea tarde,
quedando ambos contra la pared para darle espacio a Leyenda.
-: No hagas
tonterías niña, pocos son los que quedan, muchos más se irán, no te adelantes a
tu turno por ser una heroína, no la podrás ayudar. Si es que parece un espectro
por ver todo ese mal y se ha quedado herida hasta desesperar; cuando un ser da
consuelo a las almas en pena es realmente una condena como queda a su pesar, su
alma hecha añicos por dedicarse de entero a los demás.
La niña apartó
a Joaquín bruscamente.
-: Que niña no
soy y que sé lo que hago, ¿es que esta muchacha está loca? ¿Qué no ves cómo
reacciona? No entiendo lo que dices, solo veo a mi alrededor y solo ustedes son
los raros aquí. ¿Acaso esa cosa tenía más de cuatro extremidades por un
momento, o es que por el susto que me has dado casi me hiero la cabeza?... ¿Es
que quieres dejarme insana joven Joaquín…?
El muchacho
miró al anciano, que asintió, la muchacha realmente no sabía nada de lo que él
hablaba.
Joaquín posó
su mirar en Leyenda ¿cómo, qué era? En un abrir y cerrar de ojos un destello
iluminó por un momento la sala, inadvertido ante los ojos de la joven hija del
doctor, el muchacho en cambio pudo ver cómo, con un aspecto pulcro, maduro y
serio, un personaje de cabellos y ojos claros y apacibles se acercaba a
Leyenda, murmuraba algo y se retiraba. Un instante después Joaquín se asomaba a
ver quién era aquel, solo reconoció su espalda.
Ante la
situación de la bella criatura Joaquín accedió a pasar la noche en aquel lugar.
A la medianoche, el hombre del destello se acercó a Leyenda y al verla dormida
le acomodó los cabellos y le besó la frente, luego, se sentó a su lado y se
quedó dormido contra la camilla, sujetando con sus manos la de ella, quien
entre sueños lo llamó Pietro.
Al amanecer
Joaquín despertó pero no vio a Pietro, Leyenda aún descansaba; él interrogó al
doctor.
-: Don Esteban
¿cómo es que usted conoce a Leyenda? Dígame, ¿acaso Pietro también la conoce
tanto?
El anciano
contestó.
-: Tranquilo
Joaquín, que a su tiempo llegarán las respuestas.
-: Pero es
algo extraño lo que pasa, ¿sabe que conoce a Ángelo?
-: ¿Y Ángelo
sigue aquí?, no, si decía yo, ese es como una garrapata, nunca va a abandonar
ese viejo bar. –se desvió el anciano de tema.
-: Viejo
tramposo, tanto usted como el otro no dicen nada. Pero yo vi lo que es ese
látigo que usa tanto y no es algo natural. Dígame qué es, si es que no es un
espectro. –Esteban intentando no contestar comenzó a ordenar el botiquín, pero
Joaquín lo interrumpió.- No viejo, si le digo que es un tramposo –Joaquín lo
miró un instante y luego con sospecha- Dígame qué oculta ¿tiene que ver esto
con el desierto que se volvió la ciudad?
-: No lo sé
joven Joaquín, usted y mi querido Miguel fueron los únicos que se aventuraron
fuera del refugio para vivir allí.
-: Ah no, no
diga eso, ¿qué quiere…, que se lo pregunte a Miguel? No tengo problema yo.
-: No, no dije
eso, déjelo descansar a Miguel.
-: Entonces,
¿me va a decir que todo salió de la nada?, si sé que fue un experimento, la
ciudad entera está perdida en el fin del mundo y a nadie le puede importar,
pero sí le importa a esa muchacha tan diferente.
El anciano se
dio por vencido en el momento oportuno, ya que en ese mismo instante su hija
llegó corriendo.
-: Padre –se escuchó
desde el pasillo.
El viejo
imploró a Joaquín.
-: Ya nada se
dijo después de la catástrofe, después de que los que no se fueron de la ciudad
llegaron a este refugio.
-: Tiene 14
años, ¿que no sabe nada?
-: Nada más
allá de este mundo bastante grande, la ruina de la ciudad a nadie atrae –contesto
Esteban.
-: Pero si yo
sé, ¿por qué solo debo saber yo?,… solo yo veo la ruina y nadie más sabe la
verdad –se quejó Joaquín.
-: No joven
Joaquín, Martín también ve y también sufre como usted.
-: Vamos
Esteban, ¿me va a venir con eso usted también? Martín es ciego, así lo pagó él,
pero no tiene que soportar ver…
-: No señor,
no sea necio –lo reprendió el anciano- ojos del corazón son los de su hermano. No
sea injusto con él, que sabe bien que el muchacho tiene sus dotes, por eso se queda
aquí… las noches de la ciudad son muy frías para el vulnerable, y también lo digo
por usted que sé que a la noche se encierra en su cuarto desde que la luz se
esconde hasta que amanece por completo.
-: ¡Ja! Y…
La queja de
Joaquín se detuvo frente a la muchacha que entraba por la puerta.
-: ¿No despertó
todavía?
-: No niña, no
–contestó fastidioso Joaquín.
-: ¡Ah! ¿Qué te
sucede a ti también? –retrucó de mala gana la niña.
-: ¿Qué yo
también? ¿Qué dices mocosa?
-: ¡Oye! ¡Cuidado
tú con tu trato! ¿Qué todos están locos? –Joaquín va a retirarse y la muchacha
se dirige a su padre- También Pietro está así de molesto… A que no crees que se
ha recluido en el jardín solo y nadie pasa.
Al escuchar
esto último, Joaquín se dirigió hacia el jardín al encuentro de Pietro, éste no
le dio importancia a su presencia y siguió con sus pensamientos sentado bajo el
olivo, el árbol más antiguo de todo el recinto.
-: Anoche
fuiste a verla ¿verdad? –Le dijo Joaquín. Él no contestó.- dime, ¿qué es lo que
tanto se guardan con el viejo?
-: Shh,…respeto…
-respondió Pietro.
-: ¿Qué tampoco
me dirás tú?
-: No sé de
que hablas.
-: Vamos,
hombre, si te vi anoche ¿Qué piensas tú? ¿Qué acaso no te sentí llegar?
-: Si lo sabes
¿para qué preguntas?
-: Es que
quiero saber algo más… dime Pietro, ¿qué pasó con Leyenda? –insistió Joaquín.
-: Nadie sabe
eso…
-: Sé que lo
sabes Pietro y ya no voy a esperar, se lo dije en broma al viejo pero puedo
llamar a Miguel –amenazó el muchacho.
-: Haz lo que
sea de tu antojo. Pero ya déjate de molestar, ¡vamos! ¡Fuera de aquí! –retrucó Pietro
en tono enojado.
-: Joaquín
quedó pensativo y enseguida recordó a aquella sombra que se esfumaba.
-: Entonces…, nunca
se fue ¿verdad?... por eso el viejo se sobresaltó –dijo Joaquín para sí.
Pietro escucho
exaltado a Joaquín.
-: Solo la
trajeron… nadie lo planeó pero no podíamos dejarla sola, apenas tenía doce años,
se suponía que acá debía quedarse pero nunca le gustó depender de los demás, lo
decía una y otra vez…
-: ¿Qué cosa? –preguntó
intrigado Joaquín.
-: Yo soy
quien vela por ustedes. –Pietro miró a los ojos de Joaquín y prosiguió con su
testarudez- Ahora vete que ya se me acaba la paciencia ¡vamos, vete! –demandó en
un tono imperativo.
-: Bueno,
bueno. Mejor humor hombre.
Joaquín se
dirigió hacia la salida del refugio.
-: ¡Espera! –Lo
detuvo Pietro- ¿quién cuidará de ella?
-: Martín lo
hará, que es el único que no se ha espantado de ella. –Joaquín miró a Pietro de
soslayo- También tú podrías quedarte un rato, ya que tan afines son.
-: Vete tú a
tus cosas –se desembarazó Pietro.
-: ¡Aja!, con
que algo tienes tú, dime, ¿qué pasa con ella que tanto le huyes?
-: No te
incumbe… pero… tu entiendes tu situación con tu hermano, … bueno, así es lo que
sucede.
Joaquín
simplemente se marchó sin volver a contestar, las cosas están claras, velar y
sufrir por una persona no es fácil ni siquiera para Pietro.
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Capítulo 5:
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