lunes, 6 de marzo de 2023

Una Nueva Oportunidad - Capítulo 9 - La Parte de la Bendición - Parte 2

 

Escaleras arriba, en la oficina de Iang, sentado frente al escritorio, Ceo juega con algunas pertenencias de su compañero, intentando mostrarse serio por la preocupación que le despierta Apolo. Detrás de él, Iang va rescatando las cosas más frágiles de sus manos inquietas mientras habla.

-: Febo es así Ceo, también tú juegas con las personas.

-: No es cierto, no hablo de las palabras… Febo es irresponsable con sus actos.

-: Mira quien habla.

El más joven se levanta de súbito, enfadado, para sorpresa de Iang.

-: ¡Eh! ¿vas a dejarme hablar? –su interlocutor lo invita a continuar- No es que me preocupe tanto por Guez, pero, lo que hizo con él recién, bien podría haberle costado la vida.

Acercándose aún más a Ceo, Iang apoya el mentón sobre su hombro, sonriendo, y lo mira de reojo.

-: Creo que no debiera preocuparte eso, Febo aprendió del mejor ¿no?

-: Pero el corazón de Guez es débil –se desentiende de las palabras de Iang, alejándose.

-: Guez es resistente –lo tranquiliza.

Ceo voltea con un gesto frío, se le acerca y lo toma por los hombros.

-: Que diga que su corazón es de nieve o caramelo no es enteramente sinónimo de puro y dulce, es lo que ambas palabras signifiquen en común. ¿Acaso no comprendes las formas de hablar de un Lucifero aún? –Iang borra su sonrisa- Más allá de todo cumplido, la idea principal es que su corazón es maleable, moldeable. Quiere decir que es fácil convencerlo (Es adaptable a sus caprichos) y en su caso…

Iang lo interrumpe desprendiéndose de él.

-: Detente, pensar en ello solo te traerá mayor preocupación, despreocúpate…

-: No. Iang, me confiaron las palabras para que vele por ellas… para que sean dichas. El corazón de Guez se corrompe con facilidad, así como el de tantos otros humanos.

-: Es por eso que esos guardianes deben de estar rendidos antes de convertirse en guardianes.

-: No, es por eso que a ellos se les sella la capacidad de repetir esos pecados que los llevaron al límite –corrige Ceo-.

-: Bueno, olvidaba el sello, pero parece que tú también, Guez entregó su voluntad toda, junto a su vida.

-: Eso es lo que me estuvo molestando… Guez entró a este lugar con el alma sucia…

-: ¿Qué quieres decir?

Las palabras de su compañero estremecen toda su esencia, haciendo que sus piernas se aflojen y sus ojos se llenen de confusión.

-: Era una historia reservada por si surgía una amenaza, pero creo que  la situación lo amerita. No sé lo que ocurrió para que se den los hechos, pero lo que sí sé es:

Hace más de diez años, un niño huyó al desierto, solo por jugar, escogió un lugar alejado y se escondió allí. Como sabes, un Lucifero no tiene las mismas limitaciones que un Gemini o Gemelo, puede ir donde sea. Al no tener aún un guardián, sus tutores fueron en su búsqueda y lo encontraron junto a un humano, uno bastante malherido, pero que seguía intentando levantarse… Febo, con la capacidad de elegir a su guardián así lo hizo; incluso antes de haber sido hallado. Por alguna razón estaba prendido a ese hombre que inspiraba horror” ese hombre era Guez, sus manos estaban surcadas desde entonces con cruentas huellas y creo que Febo lo hizo… para modificar el juramento… pues lleva las mismas marcas en el dorso de sus manos. A cambio no exigió ni su vida, ni su lealtad; le ofreció un atajo para la huida. Creí que podría curarlo, pero cuando ellos adoptan un guardián, se nos prohíbe acercarnos a sus corazones.

Ante el perplejo rostro de Iang, Ceo hace una pausa.

-: Nunca has visto sus manos desnudas, ¿o sí? –Iang niega- Guez no necesita esconderlas, son su pase libre, una prueba de su juramento; pero Febo… él siempre cubre minuciosamente ese espacio entre sus nudillos y sus muñecas, incluso cuando muestra sus palmas.

Solía llamarse Hound, Febo le dijo Guess, no hay rastro de su existencia. Cuando llegó aquí, a medida que pasaron los años, pareció transformarse. El Guez de hoy es amable y lejos está de ser aterrador, pero nadie considera ya que solo comenzó a mostrarse así cuando se dio cuenta que no volvería a sostener un arma como antes. En cambio sostuvo una diferente, la pluma. Él pidió conservar intacta una lesión en particular, una que nadie iba a curar; quería recordar siempre quién había ocasionado la lesión en su rodilla, porque esa era a causa de volver tormentosa su vida.”

Hacia el final del relato Iang sacude su cabeza, como queriendo despertar de una hipnosis…

-: Esa historia ¿te la contó?

-: Sí, Zao me la confió antes de morir, antes siquiera que se me permita conocer al guardián de nuestro hermano. Sin embargo, yo también caí… y comencé a creer que algo cambió realmente en él y me conformé con eso –concluye con la mirada perdida, decepcionado de sí mismo.

-: ¿Qué hay con esa cara? Sonríe, aférrate a lo que crees. Sé que para algo tienes ese poder tuyo de descubrir la más mínima impureza del corazón, -lo conforta apoyando su mano derecha en el pecho de Ceo y hablando con calidez en la voz- Solo te pido que no vuelvas a romper las reglas. Seré el primero en socorrerlos si algo sale mal, pero ya no te asomes a su corazón, no te quiero herido… Febo creció en tinieblas como tú, aunque fueran diferentes ambas estaban oscuras y si aún puede brillar es porque es fuerte e inteligente. Confía en su juicio, quien dice, tal vez, haya contagiado algo de luz a ese corazón oscuro.

Ceo echa un gran suspiro con sus ojos cerrados y asiente apoyando su frente contra la de Iang. Luego de un instante, este último toma un libro que deja sobre el escritorio, se dirige silenciosamente hacia la puerta y toma el picaporte para marcharse.

-: ¿A dónde vas?

-: Aker está trabajando, Amir ayudó a Febo, Kisa estará algo preocupada, Van probablemente molesto…

-: Ahh, es eso, Aker aún es algo brusco con ellos, es cierto. Pero Kisa… no creo que ella se preocupe –Ian lo observa con sorpresa- ella debe saber que Guez está bien y que Amir siempre exagera… Bien, te esperaré. –agrega sentándose- Apúrate, no quiero aburrirme como la última vez que me dejaste esperando.

Iang sonríe, asiente y sale.

 

***

 

Unas horas después Guez despierta, hay un peso oprimiendo su pecho, siente parte de su cuerpo pesado y su brazo derecho dormido por completo. Con su brazo izquierdo rodea la espalda de Apolo, que se quedó dormido cayendo encima de él y, sentándose, lo recuesta a su lado; luego, vuelve a recostarse. Un instante después el joven despierta y cayendo en cuentra de su intrusión toma distancia hacia atrás. A punto de caer, Guez lo sostiene. Somnoliento, el primero planta una caricia en los cabellos de su guardián.

-: Comment tu es?

-: Tá mé go maith. Agus conas tá tú féin?

Apolo sonríe abriendo los ojos y bosteza.

-: Mmm… estoy bien… ¿tienes hambre? ¿Quieres que…?

-: Prefiero descansar así un poco más… ve a rondar.

-: Está bien, hoy no me puedes perder de vista. Luego saludaremos juntos.

-: Heh… eres un ángel.

-: No, soy un Lucifero –sonríe.

-: Mejor entonces, con inocencia o sin ella la vida te va de juegos y eso te hace parecer un eterno niño.

Apolo examina largamente a Guez con la mirada clavada en sus ojos, luego se acerca aún más. Intrigado, intenta descifrar la intención del hombre, que responde con una sonrisa descubierto.

-: ¿Qué buscas? -pregunta Apolo.

-: Una respuesta… ¿me puedes prestar esa habilidad de sanar una vez más?... sé que es mucho pedir…

-: No lo necesitas, porque hay un vínculo que puede curar esa herida si esperas un poco más… verás, cuando los tocamos no podemos llevarnos sus recuerdos… solo dormirlos…

Las últimas palabras hacen eco en los oídos de Guez llevándolo lejos, muy lejos… hacia aquellos tiempos que produjeron el encuentro.

 

 

Un hombre herido camina guiado por el dulce néctar de la flor de la vida, por miradas ausentes, con pasos vacíos; parece que no piensa, pero vacila. El lugar en el que está, la ciudad que transita, se ha convertido en un desierto, has sido devastada y ya no es más que un imperio en ruinas; perdió sus sonidos y su esencia. Pero el hombre no puede detenerse, creyó  luchar por una causa justa, por una causa noble por la que se convirtió en un guerrero y al llegar frente al abismo, el miedo y la desesperación lo condujeron a abandonar sus propios códigos. Se convirtió entonces en un cazador, un mercenario. Su error mayor fue no haber aceptado que estaba equivocado al dejarse dominar por sus temores y sus pasiones, aferrado a sus razones sin razón. Para evitar mayor confusión, intentó anestesiar su corazón y se vio perdido en la neblina; algo lo condujo por un curso oscuro, una corriente turbia, pero no se detuvo porque cada descanso lo hundiría más en la ciénaga de pensamientos oscuros, nublando su juicio. Se sentía solo, nadie nunca protegería su pecho o su espalda, o al menos así solía creerlo… entonces ¿por qué?... Debe correr más rápido que nunca, aunque pesen su cuerpo y sus pies, aunque duela su cuerpo al punto en que ya no lo sienta… tal vez así pueda salvar su alma.

Un niño travieso vio caer un hombre cerca de su lugar de juego, a mitad de su travesía. Lo vio sufrir, gritar, levantarse e insistir, con sus brazos cansados y sus ojos cerrados, con pisadas sin huellas… repetía una y otra vez algo que al niño le hizo sonreír. Finalmente cayó a diez pasos de encontrarse con su nuevo destino y se sintió nuevamente arrastrado por una corriente, una corriente clara, una cálida, esta vez, dejándolo inmerso en un mar de luz y sombras por un tiempo que pareció eterno.

-: Hola, disculpa nuevamente por no hablarte en la noche –escucha el hombre a lo lejos, entre sueños- La luz llegó y trajo mi voz. ¿Qué hay de ti? –el niño sonríe- Ya veo, estás agotado; pensaba recorrer un poco más el lugar, pero supongo que me quedaré aquí. Lamento no poder hacer mucho más, tengo algunos… límites… ¡Ya sé! –exclama resuelto- Conozco una melodía que atrae a las luciérnagas, mmm… aunque aquí no hay muchas –ríe- de todos modos, quiero que la escuches –continúa y comienza a tararear una suave melodía.

Tras unos segundos el sonido se propaga y gana intensidad en sus oídos, lo hace de una forma preciosa, hipnótica, magnética; así, el hombre despierta. Comenzando a abrir los ojos, intenta llevarse una mano a la cara para limpiarla, pero sus brazos no responden, el niño observa la reacción y el rostro del hombre.

-: Es normal que estés cansado, van apenas tres días y  no he conseguido darte más que agua.

Traicionado por su temor más profundo, siente que de sus labios se escapa una pregunta.

-: ¿Eres un ángel?

El aludido ríe, su apariencia es blanca y pura, pero es solo un juego de luces.

-: ¿Un ángel?, no, soy un Lucifero.

El rostro se ensombrece, dejando de mirarlo dirige su mirada al cielo, muy serio.

-: Entiendo, –contesta, aunque no lo hace- entonces, si ibas a decirlo ¿por qué tienes esa apariencia?

-: Esa apariencia –repite confundido- Ah… es que… no puedo mostrarte otra imagen a menos que me des tu nombre.

El hombre se sobresalta, luego inspira con con fuerza sonriendo de costado y mira hacia donde reposa una de sus manos, duele como los mil demonios, sin embargo, está vendada, ambas lo están, al igual que sus heridas. Cerrando sus ojos, exhala y se anima a hablar nuevamente, intentando convencerse a sí mismo.

-: No, no importa. Hice muchas cosas, pero entregarle mi nombre al diablo… ¡prefiero que te borres esa idea!

Ante sus incrédulos oídos estalla el sonido de carcajadas. Con las manos rodeando su barriga, doblado de risa, el niño no para. Él lo mira serio, comenzando a asustarse pero intentando asustar y comienza a enojarse, pero el pequeño no lo toma en cuenta y sigue riendo, hasta que de pronto se detiene.

-: Creo que se te perdió una “o” –señala dibujando la letra en el aire, mirándolo detenidamente- das miedo ¿sabes? Je, je… pero no tienes que asustarte de mí. –Agrega sonriendo- Soy un Lucifero, no soy Lucifer.

El hombre cambia el gesto en su rostro, está confundido, también está furioso, pero no puede moverse, así que solo le queda escuchar… Suspira hablando para sí, mirando nuevamente hacia arriba.

-: Ah… de todos modos estoy muerto.

-: No estás muerto –indica, divertido, el niño.- Es por eso que es gracioso que un Lucifer viniera a revivirte por un pacto… Soy un lucifero… significa que soy luz, significa que tambien soy un poco Lucifer, significa ambos y es por eso que no puedo dejarte morir, pero tampoco darte vida… Por lo menos no hasta que estés fuera de peligro de muerte.

Respondiendo con rencor, intenta ahuyentarlo.

-: Si no puedes hacer nada… si solo puedes mirar… ¿¡por qué te quedas!? ¿¡qué acaso te deleita verme temblar mocoso!?

-: Sí. Es que… me tiene intrigado, nunca vi algo igual, pareces estar hecho polvo y sin embargo puedes hablar; en cambio yo… mi voz decae cuando pierdo mi fuerza o cuando se aleja la luz.

El niño habla intrigado, divertido, deleitado y muy confundido.

Otro límite… ¿Qué tanto intentaba decirle? ¿Hasta dónde llegaría el juego? El hombre cerró sus ojos por un momento y enseguida reparó en sus manos, no estaba seguro de cómo o cuándo habían sido heridas, pero tanto ellas como el resto de su cuerpo habían sido tratados. “No puedo dejarte morir, pero tampoco darte vida” habían sido las palabras del niño; de la forma en que lo dijo “darte vida” podía equivaler incluso a sanarlo.

-: Oye niño. Si no puedes darme vida, ¿cómo es que estás manteniéndome vivo?

-: Ah… eso… hice una tregua a cambio de algunos raspones.

Alarmado, el hombre volteó de súbito a ver al niñito, escudriñando, en principio, los brazos de aquel chiquillo; heridas similares a las suyas surcaban la tersa piel. Consternado, sintió cómo sus ojos se humedecían y tras años de haber provocado y padecido toneladas de sufrimiento, finalmente entonces, logró llorar.

-: Podrías haberte marchado para no involucrarte ¿crees que merezco tu ayuda?... mi vida se resume en cosas que te lastimarían profundamente y no me arrepiento de haberlas hecho… Dijiste que daba miedo, …ni yo considero que es bueno ya lo que hago… Así que (visto de esa forma) lo mejor sería que muera… solo me queda huir.

-: Es cierto, pero aún cuando solo pudiste huir lo seguiste haciendo… y no para descansar en paz, sino para recuperarte y volver… -el pequeño lo miró con terrnura.- Tal vez debías morir… tus pensamientos se habían ido, tus huellas se habían vaciado, tu cuerpo estaba a punto de ser un contenedor hueco… –lo contempla fríamente- pero de todos modos te seguías moviendo por el impulso de tres palabras en tus labios, deseos profundos e inconscientes… lo repetiste incluso hasta despertar: tu deseo de seguir con vida. Es por eso que no dudé en darte un poco de mi sangre…

El hombre no tiene palabras, el niño no ha cambiado su carácter, solo su propósito. Con un corazón aún algo oscuro y confuso, empero con una gratitud sumamente profunda, alcanza a decir su nombre.

-: Mi nombre es Houndpero, no quisiera que tus labios se manchasen con él.

-: Comprendo, un nombre es preciado, no se le debe dar a cualquiera… por eso te agradezco que me lo hayas entregado a mi. –Señala con gran alegría- Pero debo decirte de algún modo… -piensa un momento y asiente- Guez.

Ante tal sorpresa, el aludido no sabe cómo reaccionar; perplejo, pregunta lo primero que viene a su mente.

-: ¿Ah? ¿G… Guez? ¿Qué significa?

-: Mmm… No lo sé, es que hay persona de aquí y allá que usan ese sonido… dicen… “I guess” o simplemente suspiran y luego agregan: “Guez”

Atónito, su interlocutor comienza a reír.

-: Bien, … seré Guez. Gracias, no recuerdo a alguien que haya hecho tanto por mí… y… hace mucho que no reía… Realmente, muchas gracias…

-: FEBO, mi nombre es muy largo, pero me dicen Febo, como el sol. –Se presentó, contento, el niño.

-: Entonces, gracias, Apolo.

Y con un gran esfuerzo levantó la mano y se la extendió al pequeño, que, sonriendo, la tomó.”

 

-: Evan sin tregua, … -dice Iang entrando a su oficina- cambiaste algunos nombres ¿verdad? –le pregunta a Ceo que interrumpe la lectura para devolverle una sonrisa.

Ya sus preocupaciones se esfumaron.

-: Sí, creo que ya lo entendí.


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