Escaleras arriba, en la oficina de Iang, sentado frente al
escritorio, Ceo juega con algunas pertenencias de su compañero, intentando
mostrarse serio por la preocupación que le despierta Apolo. Detrás de él, Iang
va rescatando las cosas más frágiles de sus manos inquietas mientras habla.
-: Febo es así Ceo, también tú juegas con las personas.
-: No es cierto, no hablo de las palabras… Febo es
irresponsable con sus actos.
-: Mira quien habla.
El más joven se levanta de súbito, enfadado, para sorpresa
de Iang.
-: ¡Eh! ¿vas a dejarme hablar? –su interlocutor lo invita
a continuar- No es que me preocupe tanto por Guez, pero, lo que hizo con él
recién, bien podría haberle costado la vida.
Acercándose aún más a Ceo, Iang apoya el mentón sobre su
hombro, sonriendo, y lo mira de reojo.
-: Creo que no debiera preocuparte eso, Febo aprendió del
mejor ¿no?
-: Pero el corazón de Guez es débil –se desentiende de las
palabras de Iang, alejándose.
-: Guez es resistente –lo tranquiliza.
Ceo voltea con un gesto frío, se le acerca y lo toma por
los hombros.
-: Que diga que su corazón es de nieve o caramelo no es enteramente sinónimo de puro y dulce, es lo que ambas palabras signifiquen en
común. ¿Acaso no comprendes las formas de hablar de un Lucifero aún? –Iang
borra su sonrisa- Más allá de todo cumplido, la idea principal es que su corazón
es maleable, moldeable. Quiere decir que es fácil convencerlo (Es adaptable a
sus caprichos) y en su caso…
Iang lo interrumpe desprendiéndose de él.
-: Detente, pensar en ello solo te traerá mayor
preocupación, despreocúpate…
-: No. Iang, me confiaron las palabras para que vele por
ellas… para que sean dichas. El corazón de Guez se corrompe con facilidad, así
como el de tantos otros humanos.
-: Es por eso que esos guardianes deben de estar rendidos
antes de convertirse en guardianes.
-: No, es por eso que a ellos se les sella la capacidad de
repetir esos pecados que los llevaron al límite –corrige Ceo-.
-: Bueno, olvidaba el sello, pero parece que tú también,
Guez entregó su voluntad toda, junto a su vida.
-: Eso es lo que me estuvo molestando… Guez entró a este
lugar con el alma sucia…
-: ¿Qué quieres decir?
Las palabras de su compañero estremecen toda su esencia,
haciendo que sus piernas se aflojen y sus ojos se llenen de confusión.
-: Era una historia reservada por si surgía una amenaza,
pero creo que la situación lo amerita.
No sé lo que ocurrió para que se den los hechos, pero lo que sí sé es:
“Hace más de diez
años, un niño huyó al desierto, solo por jugar, escogió un lugar alejado y se
escondió allí. Como sabes, un Lucifero no tiene las mismas limitaciones que
un Gemini o Gemelo, puede ir donde sea. Al
no tener aún un guardián, sus tutores fueron en su búsqueda y lo encontraron
junto a un humano, uno bastante malherido, pero que seguía intentando
levantarse… Febo, con la capacidad de elegir a su guardián así lo hizo; incluso
antes de haber sido hallado. Por alguna razón estaba prendido a ese hombre que
inspiraba horror” ese hombre era Guez, sus manos estaban surcadas desde
entonces con cruentas huellas y creo que Febo lo hizo… para modificar el
juramento… pues lleva las mismas marcas en el dorso de sus manos. A cambio no
exigió ni su vida, ni su lealtad; le ofreció un atajo para la huida. Creí que
podría curarlo, pero cuando ellos adoptan un guardián, se nos prohíbe
acercarnos a sus corazones.
Ante el perplejo rostro de Iang, Ceo hace una pausa.
-: Nunca has visto sus manos desnudas, ¿o sí? –Iang niega-
Guez no necesita esconderlas, son su pase libre, una prueba de su juramento;
pero Febo… él siempre cubre minuciosamente ese espacio entre sus nudillos y sus
muñecas, incluso cuando muestra sus palmas.
“Solía llamarse Hound,
Febo le dijo Guess, no hay rastro de su existencia. Cuando llegó aquí, a medida
que pasaron los años, pareció transformarse. El Guez de hoy es amable y lejos
está de ser aterrador, pero nadie considera ya que solo comenzó a mostrarse así
cuando se dio cuenta que no volvería a sostener un arma como antes. En cambio
sostuvo una diferente, la pluma. Él pidió conservar intacta una lesión en
particular, una que nadie iba a curar; quería recordar siempre quién había
ocasionado la lesión en su rodilla, porque esa era a causa de volver tormentosa
su vida.”
Hacia el final del relato Iang sacude su cabeza, como
queriendo despertar de una hipnosis…
-: Esa historia ¿te la contó?
-: Sí, Zao me la confió antes de morir, antes siquiera que
se me permita conocer al guardián de nuestro hermano. Sin embargo, yo también
caí… y comencé a creer que algo cambió realmente en él y me conformé con eso
–concluye con la mirada perdida, decepcionado de sí mismo.
-: ¿Qué hay con esa cara? Sonríe, aférrate a lo que crees.
Sé que para algo tienes ese poder tuyo de descubrir la más mínima impureza del
corazón, -lo conforta apoyando su mano derecha en el pecho de Ceo y hablando
con calidez en la voz- Solo te pido que no vuelvas a romper las reglas. Seré el
primero en socorrerlos si algo sale mal, pero ya no te asomes a su corazón, no
te quiero herido… Febo creció en tinieblas como tú, aunque fueran diferentes
ambas estaban oscuras y si aún puede brillar es porque es fuerte e inteligente.
Confía en su juicio, quien dice, tal vez, haya contagiado algo de luz a ese
corazón oscuro.
Ceo echa un gran suspiro con sus ojos cerrados y asiente
apoyando su frente contra la de Iang. Luego de un instante, este último toma un
libro que deja sobre el escritorio, se dirige silenciosamente hacia la puerta y
toma el picaporte para marcharse.
-: ¿A dónde vas?
-: Aker está trabajando, Amir ayudó a Febo, Kisa estará
algo preocupada, Van probablemente molesto…
-: Ahh, es eso, Aker aún es algo brusco con ellos, es cierto.
Pero Kisa… no creo que ella se preocupe –Ian lo observa con sorpresa- ella debe
saber que Guez está bien y que Amir siempre exagera… Bien, te esperaré. –agrega
sentándose- Apúrate, no quiero aburrirme como la última vez que me dejaste
esperando.
Iang sonríe, asiente y sale.
***
Unas horas después Guez despierta, hay un peso oprimiendo
su pecho, siente parte de su cuerpo pesado y su brazo derecho dormido por
completo. Con su brazo izquierdo rodea la espalda de Apolo, que se quedó
dormido cayendo encima de él y, sentándose, lo recuesta a su lado; luego,
vuelve a recostarse. Un instante después el joven despierta y cayendo en
cuentra de su intrusión toma distancia hacia atrás. A punto de caer, Guez lo
sostiene. Somnoliento, el primero planta una caricia en los cabellos de su
guardián.
-: Comment tu es?
-: Tá mé go maith. Agus conas tá tú féin?
Apolo sonríe abriendo los ojos y bosteza.
-: Mmm… estoy bien… ¿tienes hambre? ¿Quieres que…?
-: Prefiero descansar así un poco más… ve a rondar.
-: Está bien, hoy no me puedes perder de vista. Luego
saludaremos juntos.
-: Heh… eres un ángel.
-: No, soy un Lucifero –sonríe.
-: Mejor entonces, con inocencia o sin ella la vida te va
de juegos y eso te hace parecer un eterno niño.
Apolo examina largamente a Guez con la mirada clavada en
sus ojos, luego se acerca aún más. Intrigado, intenta descifrar la intención
del hombre, que responde con una sonrisa descubierto.
-: ¿Qué buscas? -pregunta Apolo.
-: Una respuesta… ¿me puedes prestar esa habilidad de
sanar una vez más?... sé que es mucho pedir…
-: No lo necesitas, porque hay un vínculo que puede curar
esa herida si esperas un poco más… verás, cuando los tocamos no podemos
llevarnos sus recuerdos… solo dormirlos…
Las últimas palabras hacen eco en los oídos de Guez
llevándolo lejos, muy lejos… hacia aquellos tiempos que produjeron el
encuentro.
“Un hombre herido
camina guiado por el dulce néctar de la flor de la vida, por miradas ausentes,
con pasos vacíos; parece que no piensa, pero vacila. El lugar en el que está,
la ciudad que transita, se ha convertido en un desierto, has sido devastada y
ya no es más que un imperio en ruinas; perdió sus sonidos y su esencia. Pero el
hombre no puede detenerse, creyó luchar
por una causa justa, por una causa noble por la que se convirtió en un guerrero
y al llegar frente al abismo, el miedo y la desesperación lo condujeron a
abandonar sus propios códigos. Se convirtió entonces en un cazador, un
mercenario. Su error mayor fue no haber aceptado que estaba equivocado al
dejarse dominar por sus temores y sus pasiones, aferrado a sus razones sin
razón. Para evitar mayor confusión, intentó anestesiar su corazón y se vio
perdido en la neblina; algo lo condujo por un curso oscuro, una corriente
turbia, pero no se detuvo porque cada descanso lo hundiría más en la ciénaga de
pensamientos oscuros, nublando su juicio. Se sentía solo, nadie nunca
protegería su pecho o su espalda, o al menos así solía creerlo… entonces ¿por
qué?... Debe correr más rápido que nunca, aunque pesen su cuerpo y sus pies,
aunque duela su cuerpo al punto en que ya no lo sienta… tal vez así pueda
salvar su alma.
Un niño
travieso vio caer un hombre cerca de su lugar de juego, a mitad de su travesía.
Lo vio sufrir, gritar, levantarse e insistir, con sus brazos cansados y sus
ojos cerrados, con pisadas sin huellas… repetía una y otra vez algo que al niño
le hizo sonreír. Finalmente cayó a diez pasos de encontrarse con su nuevo
destino y se sintió nuevamente arrastrado por una corriente, una corriente
clara, una cálida, esta vez, dejándolo inmerso en un mar de luz y sombras por
un tiempo que pareció eterno.
-: Hola,
disculpa nuevamente por no hablarte en la noche –escucha el hombre a lo lejos,
entre sueños- La luz llegó y trajo mi voz. ¿Qué hay de ti? –el niño sonríe- Ya
veo, estás agotado; pensaba recorrer un poco más el lugar, pero supongo que me
quedaré aquí. Lamento no poder hacer mucho más, tengo algunos… límites… ¡Ya sé!
–exclama resuelto- Conozco una melodía que atrae a las luciérnagas, mmm… aunque
aquí no hay muchas –ríe- de todos modos, quiero que la escuches –continúa y
comienza a tararear una suave melodía.
Tras unos
segundos el sonido se propaga y gana intensidad en sus oídos, lo hace de una
forma preciosa, hipnótica, magnética; así, el hombre despierta. Comenzando a
abrir los ojos, intenta llevarse una mano a la cara para limpiarla, pero sus
brazos no responden, el niño observa la reacción y el rostro del hombre.
-: Es
normal que estés cansado, van apenas tres días y no he conseguido darte más que agua.
Traicionado
por su temor más profundo, siente que de sus labios se escapa una pregunta.
-: ¿Eres un
ángel?
El aludido
ríe, su apariencia es blanca y pura, pero es solo un juego de luces.
-: ¿Un
ángel?, no, soy un Lucifero.
El rostro
se ensombrece, dejando de mirarlo dirige su mirada al cielo, muy serio.
-: Entiendo,
–contesta, aunque no lo hace- entonces, si ibas a decirlo ¿por qué tienes esa
apariencia?
-: Esa
apariencia –repite confundido- Ah… es que… no puedo mostrarte otra imagen a
menos que me des tu nombre.
El hombre
se sobresalta, luego inspira con con fuerza sonriendo de costado y mira hacia donde
reposa una de sus manos, duele como los mil demonios, sin embargo, está
vendada, ambas lo están, al igual que sus heridas. Cerrando sus ojos, exhala y
se anima a hablar nuevamente, intentando convencerse a sí mismo.
-: No, no
importa. Hice muchas cosas, pero entregarle mi nombre al diablo… ¡prefiero que
te borres esa idea!
Ante sus
incrédulos oídos estalla el sonido de carcajadas. Con las manos rodeando su
barriga, doblado de risa, el niño no para. Él lo mira serio, comenzando a
asustarse pero intentando asustar y comienza a enojarse, pero el pequeño no lo
toma en cuenta y sigue riendo, hasta que de pronto se detiene.
-: Creo que se te perdió una “o” –señala
dibujando la letra en el aire, mirándolo detenidamente- das miedo ¿sabes? Je, je… pero no tienes que asustarte de mí. –Agrega
sonriendo- Soy un Lucifero, no soy Lucifer.
El hombre
cambia el gesto en su rostro, está confundido, también está furioso, pero no
puede moverse, así que solo le queda escuchar… Suspira hablando para sí,
mirando nuevamente hacia arriba.
-: Ah… de
todos modos estoy muerto.
-: No estás
muerto –indica, divertido, el niño.- Es por eso que es gracioso que un Lucifer
viniera a revivirte por un pacto… Soy un lucifero… significa que soy luz,
significa que tambien soy un poco Lucifer, significa ambos y es por eso que no
puedo dejarte morir, pero tampoco darte vida… Por lo menos no hasta que estés
fuera de peligro de muerte.
Respondiendo
con rencor, intenta ahuyentarlo.
-: Si no
puedes hacer nada… si solo puedes mirar… ¿¡por qué te quedas!? ¿¡qué acaso te
deleita verme temblar mocoso!?
-: Sí. Es
que… me tiene intrigado, nunca vi algo igual, pareces estar hecho polvo y sin
embargo puedes hablar; en cambio yo… mi voz decae cuando pierdo mi fuerza o
cuando se aleja la luz.
El niño
habla intrigado, divertido, deleitado y muy confundido.
Otro
límite… ¿Qué tanto intentaba decirle? ¿Hasta dónde llegaría el juego? El hombre
cerró sus ojos por un momento y enseguida reparó en sus manos, no estaba seguro
de cómo o cuándo habían sido heridas, pero tanto ellas como el resto de su
cuerpo habían sido tratados. “No puedo dejarte morir, pero tampoco darte vida”
habían sido las palabras del niño; de la forma en que lo dijo “darte vida”
podía equivaler incluso a sanarlo.
-: Oye
niño. Si no puedes darme vida, ¿cómo es que estás manteniéndome vivo?
-: Ah… eso…
hice una tregua a cambio de algunos raspones.
Alarmado,
el hombre volteó de súbito a ver al niñito, escudriñando, en principio, los
brazos de aquel chiquillo; heridas similares a las suyas surcaban la tersa
piel. Consternado, sintió cómo sus ojos se humedecían y tras años de haber
provocado y padecido toneladas de sufrimiento, finalmente entonces, logró
llorar.
-: Podrías
haberte marchado para no involucrarte ¿crees que merezco tu ayuda?... mi vida
se resume en cosas que te lastimarían profundamente y no me arrepiento de
haberlas hecho… Dijiste que daba miedo, …ni yo considero que es bueno ya lo que
hago… Así que (visto de esa forma) lo mejor sería que muera… solo me queda huir.
-: Es
cierto, pero aún cuando solo pudiste huir lo seguiste haciendo… y no para
descansar en paz, sino para recuperarte y volver… -el pequeño lo miró con
terrnura.- Tal vez debías morir… tus pensamientos se habían ido, tus huellas se
habían vaciado, tu cuerpo estaba a punto de ser un contenedor hueco… –lo
contempla fríamente- pero de todos modos te seguías moviendo por el impulso de
tres palabras en tus labios, deseos profundos e inconscientes… lo repetiste
incluso hasta despertar: tu deseo de seguir con vida. Es por eso que no dudé en darte un
poco de mi sangre…
El hombre
no tiene palabras, el niño no ha cambiado su carácter, solo su propósito. Con
un corazón aún algo oscuro y confuso, empero con una gratitud sumamente
profunda, alcanza a decir su nombre.
-: Mi
nombre es Hound… pero, no quisiera que tus labios se manchasen con él.
-:
Comprendo, un nombre es preciado, no se le debe dar a cualquiera… por eso te
agradezco que me lo hayas entregado a mi. –Señala con gran alegría- Pero debo
decirte de algún modo… -piensa un momento y asiente- Guez.
Ante tal
sorpresa, el aludido no sabe cómo reaccionar; perplejo, pregunta lo primero que
viene a su mente.
-: ¿Ah? ¿G… Guez? ¿Qué significa?
-: Mmm… No lo sé, es que hay persona de aquí y allá que
usan ese sonido… dicen… “I guess” o simplemente suspiran y luego agregan:
“Guez”
Atónito, su
interlocutor comienza a reír.
-: Bien, … seré Guez. Gracias, no recuerdo a alguien que haya hecho tanto por mí… y… hace
mucho que no reía… Realmente, muchas gracias…
-: FEBO, mi nombre es muy largo, pero me dicen Febo, como el sol. –Se presentó,
contento, el niño.
-:
Entonces, gracias, Apolo.
Y con un
gran esfuerzo levantó la mano y se la extendió al pequeño, que, sonriendo, la
tomó.”
-: Evan sin tregua, … -dice Iang entrando a su oficina-
cambiaste algunos nombres ¿verdad? –le pregunta a Ceo que interrumpe la lectura
para devolverle una sonrisa.
Ya sus preocupaciones se esfumaron.
-: Sí, creo que ya lo entendí.
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