-: Cuéntame de nuevo esa historia –pide Apolo.
Guez se arrima al muchacho que descansa recostado en la
cama y le ofrece una taza de té.
-: Guarda silencio, aún estás algo afónico. Y además es un
poco tarde para historias.
-: “Nunca es tarde para historias, si las quieres
escuchar…”
-: “Y es tan fácil el contarlas,… como si se tratase de
respirar” –continúa Makuro apareciendo- Evan sin tregua, relato de un maestro…
-: Me halaga que lo recuerden, pero ya se ocultó el sol y
las estrellas no brillan por hoy…
-: “La luna se ocultó tras una nube, parezco haber perdido
mi orientación” –termina con un guiño cómplice.
Guez está a punto de levantarse, entonces, Apolo, en un último suspiro
recuera aquella cita y la completa.
-: “Pintemos este cielo sin colores con las nuevas
sensaciones que se agolpan en el pecho…”
-:Mañana contaremos más historias, el resumen terminó por
hoy. –Dice, poniendo punto final.- Me quedaré con A, puedes marchar –indica a
Makuro- Ve y cuida a tu Lucero, que anda desaparecida y solo te habla a ti.
-: ¿Tú crees? Pero si hoy ha estado con Ceo. Avisó que llegaría
algo tarde, no lo pude evitar.
-: Esa Lucero, ¿sabe de Ceo?-El aludido asiente- En fin… -mira
al otro muchacho- Oye A, no hagas locuras y duerme de veras esta vez, te veré
en la mañana e iremos a caminar, ¿sí?
Apolo da un gran suspiro encogiéndose de hombros, luego
asiente… el joven sale siguiendo a Guez y apaga las luces.
-: ¿Qué crees? ¿Te hará caso?
-: Eso ni yo lo sé, ese muchacho es muy revoltoso y eso
que debo cuidar de él, pero a veces no logro seguirle el paso. Por eso
agradezco que le tengas un ojo encima.
-: Solo es por las reglas, no es que pretenda agradarte
–se defiende- incluso a veces me siento carcelero… pero no hay mucho que hacer
con eso… Apolo requiere mucha vigilancia a veces…
-: Yo creo que solo intenta crecer un poco más.
-: Yo solía pensar que solo quería ser fuerte, pero cada
vez que hace algo arriesgado, termina siendo solo un juego… No sé como le
pillas cuando miente o dice la verdad.
Makuro rasca su cabeza confundido, Guez sonríe y se
adelanta en llegar a una sala de estar, allí se sienta en un sillón, papel y
bolígrafo en mano, y comienza a escribir algunas notas hasta que su
interlocutor lo alcanza y se sienta a su lado. El primero saca un cigarrillo y
lo enciende, el segundo lo mira esperando algo, pero, ante el ofrecimiento de
fumar también, lo rechaza. El hombre se acomoda en el sillón, se acerca un
cenicero y luego se relaja, apoyándose contra el respaldo. Tras unos instantes,
con la mirada del otro clavada en él, larga una gran bocanada de humo con un
penetrante olor a tabaco y se prepara a hablar nuevamente.
-: Eres actor, ¿no te avergüenza?
-: Aprendo bastante con eso y hay muchos a los que hago
comprender o sonreír, ¿por qué sentir vergüenza?
El joven responde sin haber entendido, ante lo que Guez da
un gran suspiro cansado y se levanta para ir a buscar algo, luego regresa con
algunos refrigerios y vuelve a su posición de relax mientras Makuro come.
-: No me refiero a eso… Actúas, tu trabajo es mentir,
fingir algo que no sientes y hacerlo creíble. ¿Qué no miras a los demás a los
ojos?
-: Exacto. Cuando estamos actuando y estoy preparado para
escuchar una mentira no miro realmente a los ojos, sería muy cruel que
intentemos creer nuestras mentiras… o tal vez sea por miedo a creer que ya lo
hice. Perdí mucho la costumbre de observar una mirada, de estudiar una sonrisa
o examinar un tono de voz… Y sé que hubo un tiempo en que me enredé en un juego
y comencé a jugarlo hasta que se volvió una realidad… pero, al menos entonces,
el que engañaba mejor, ganaba. Hoy es diferente, nadie mira hacia afuera, todos
están ocupados intentando perfeccionarse hacia adentro… me basta con ver
eventualmente que la reacción sea la correcta… No me da vergüenza, no actúo
para encontrar una verdad mucho más grande (esa la busco justamente cuando dejo
de actuar), lo hago para que los demás puedan descansar en su búsqueda. Lo que
no significa que necesites volver a golpearme para saber como se siente… -se
detiene, Guez está observándolo muy pensativo.
-: Yo soy un gran mentiroso. Por eso lo pillo… -agrega con
un guiño.
-: ¿A qué te refieres?
-: A tantas cosas –lo evade- por cierto ¿tú no eras el
gemelo malvado? –Makuro hace una pausa y luego niega- de modo que solo quisiste
influir en tu hermana… pero influyó sobre ti.
-: No es eso, es que después de ver sus posibilidades,
después de todo, aceptó volver… y habiéndole insistido tanto, no podía dejarle
sola.
-: Por lo que te convertiste en su guardián hasta el
último de tus días –deduce Guez.
Makuro se encoge de hombros y sigue comiendo, al terminar
se levanta y le quita el segundo cigarrillo que estaba a punto de prender, lo
rompe y lo arroja sobre la mesa. El hombre alza una ceja despectivamente.
-: Un gran mentiroso –repite el joven esperando algo más.
-: Aún no me había rendido.
Guez saca el atado de cigarrillos que le es arrebatado
nuevamente.
-: No… ¿A quién le mientes?
Guez se encoge de hombros y extiende la mano demandando
los cigarrillos, Makuro los entrega dando un suspiro y, sin esperar respuesta,
se marcha.
***
Amanece un nuevo día y Apolo se aproxima a su guardián,
que aún duerme recostado en el sofá, le saca en silencio un cigarrillo y lo
prende en un juego de chiquillos… Pero al probarlo tiene un amargo sabor, así
que lo apaga en una copa de agua que hay sobre la mesa y permanece hipnotizado
mirando cómo el líquido se tiñe con las cenizas. Luego, mira largamente a Guez
hasta que este se despierta y se sobresalta por la cercanía. Apolo sonríe.
-: La luz llegó y trajo mi voz, ¿qué hay de ti?
Guez bosteza y se pasa una mano por la cara, secando sus
ojos.
-: A mí aún me tiene sin cuidado el día, dime, ¿qué
quieres hacer hoy?
-: ¿No tienes nada que hacer?
-: No obligatoriamente. Dime, escoge algo.
-: Bueno… sí hay algo, pero… puedes dormir más si quieres.
-: No, no te puedo dejar solo hoy, anteayer te pasaste de
listo y por eso estuviste sin voz hasta ayer noche.
-: No iba a pedir eso… es que… hoy me levanté con ganas de
ensayar.
El hombre mira al muchacho, que permanece con la mirada
clavada en el piso, y sonríe. Luego, se levanta, junta las cosas del sillón y
la mesa y permanece observando por un momento la copa donde Apolo apagó el
cigarrillo; acto seguido, se retira para regresar al instante extendiéndole un
desayuno a su interlocutor, que lo toma en silencio, pensativo. De pronto, esos
pensamientos son interrumpidos por su propia voz, en un acto casi reflejo.
-: Oye Guez… ¿podemos correr? Haríamos un buen tiempo…
El aludido duda, sonríe y asiente. Hace rato que no le da
esas oportunidades,
Casi llegando a destino, Guez se sobre esfuerza en la
carrera, Apolo le saca unos cincuenta pasos de ventaja y, al ver que no lo
sigue, se detiene.
-: ¿Eh? ¿Gané? Yo nunca gano.
Girando sorprendido hacia su contrincante, lo ve sentado
en la vereda, riendo entrecortado y recuperando el aliento mientras mira el
reloj en su muñeca.
-: Sí que fue un buen tiempo.
-: ¿Ah?... Te rendiste… ¿O es la edad?... Pero no puede
ser para tanto… apenas tienes unos diez años más que yo ¿no es cierto?
-: Quince, …pero no es la edad, solo que cuando llevas la
vida que yo llevé…
-: Lo olvidas en cuanto te dan una nueva oportunidad –lo
interrumpe, acercándose.
El muchacho ayuda a recuperarse a su guardián y, dejándole
recargarse sobre su hombro, siguen hasta llegar a destino. Entrando a Lupus
Ánima, busca un lugar para que descanse.
-: Bien… aquí estamos… Oye, -llama su atención- se supone
que tú cuides de mí. –su guardaespaldas sonríe débilmente con una mano sobre su
rodilla izquierda, a la que él mira dubitativo- Tu recuerdo de guerra… no
debiera premiarte después de lo ocurrido anoche, -y, suspirando, aparta la mano
de Guez, poniendo la suya en su lugar y entregándole un pañuelo, a la vez que
lo insta a estirar la pierna- Entonces… necesitaremos agua, un paño frío, tal
vez un lugar para recostarte y que muerdas eso.
-: ¿Para qué?
La pregunta finaliza en un grito reprimido frente a la inocente
sonrisa.
-: Heh.. parece que no hizo falta. Dime ¿sentiste algo?
El hombre lo observa seriamente, adolorido e incómodo,
frente a la pregunta irónica.
-: …
-: Descuida, no soy gran cosa haciendo esto, así que aún
no puedo curar por completo una herida de tal magnitud de forma tan simple y
rápida. Aún conservarás tu recuerdo, solo eliminé algunos daños colaterales…
Créeme, habrá valido la pena… alrededor de dentro de un mes…
Guez responde la sonrisa y se desploma. Apolo lo atrapa
coincidentemente con la llegada de Ceo, que vuelve con Amir de comprar un par de cosas para reabastecer la
cafetería. La última, poniendo las cosas en el suelo, se apresura a ayudarlo.
-: Ohh… ¿Ese es Guez? ¿acaso está inconsciente?
-: No… es un primo que hace mucho no veía y me está dando
un abrazo.
Apolo contesta con ironía. Amir, entonces, se disculpa
toscamente.
-: Bueno, ya, lo siento. Pero, ¿qué le ha picado?
-: Un bichito de luz.
Entre ambos se lo llevan a una sala e estar cercana, allí
recuestan a Guez y mientras Amir va a buscar algo de agua para refrescarlo, Ceo
se aproxima a Apolo y lo sorprende por la espalda.
-: Oye, bichito de luz… ¿qué te han dicho de jugar a la
mancha?
El aludido sonríe rascando su cabeza y se hace a un lado,
dando lugar a Ceo, que se acerca a Guez y toca su frente, para examinarlo. Al
finalizar suspira, se encoge e hombros, le da la espalda y se retira. (Tal
parece que no está tan mal). Amir regresa con agua y un paño y se lo entrega al
muchacho, luego, lo deja a solas con su guardián.
El joven contempla al hombre mientras humedece el paño,
para luego secar la transpiración en aquel rostro, hablándole dulcemente.
-: Un gran mentiroso ¿eh?, pues a mi tú tampoco me
engañas. Tus músculos serán de acero y tu carácter de pólvora; pero tu corazón
es de nieve: moldeable, puro, aunque se presume muy frío, se derrite con el más
mínimo calor y bajo el microscopio puede llegar a sorprenderte cuanta belleza
guarda… Aún tienes mucho más que dar, así que, no pretendo que te rindas.
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