Cuenta la leyenda, que el hombre se supo sabio y fuerte… y joven… con el tiempo y con esmero construyó aquella torre que atormenta y enaltece al pueblo. Tras saberse vencedor de todo mal y conquistar el idioma de los elementos algo se iluminó en su mente y turbó su corazón, supo que cada estación tiene su flor, cada vida su energía, cada emoción su perfume y cada bestia su poder oculto…
Aquellos eran tres bandidos unidos desde niños por un pacto de sangre, un trabajo se les había encargado y para ganar un milagro tuvieron que entregarlo todo, cayendo en una trampa. Solo uno tuvo la oportunidad de ser salvado, pero en medio de la treta su presa salvó sus vidas… entregando la suya a cambio.
Gran arrepentimiento sintieron estos tres bandidos de nombre Ángelo Silverlumne, Esteban Copper y Pietro Gylt, quien había escondido a la muchacha a su guarda para evitar entregarla y con el fin de protegerla. Sumamente prendado de ella, Pietro la buscó incansablemente sin hallar respuesta, seguido luego por Ángelo que logró averiguar que había desaparecido. Sin aceptar esto, Pietro buscó huella por huella hasta toparse con aquel quien, tras confesarle el paradero de la muchacha, lo llevó justo donde lo quería. Cuando el bandido solicitó entregar su vida, a cambio se quedó sin ninguna.
Años de dolor le siguieron al engaño, ambición de llegar a aquello impensado, algo debía despertar en esos cuerpos perfectos para contener la esencia magnífica de aquello que reverenciarían cual dioses. Y su creador se creyó por encima de ellos… Fue en ese entonces que Pietro ganó su luz y perdió sus ojos en una eterna agonía justo enfrente de Jano, ni más ni menos que aquella muchacha que, atada al dolor al ver tal injusticia, dejó correr por su sangre dulce veneno.
Al dolor le prosiguieron una y otra vez incansables pruebas que superar para volverse completos y resistieron refugiándose el uno en el otro, pero alguien asesinó a Pietro y cuando ya era muy tarde Ángelo llegó por Jano, con una filosa daga de plata en su mano…
Ese día Jano dormía en extremo agotada, su fiebre no paraba de subir, aún no se recuperaba del nuevo cambio, su último arrebato de ira le dio dos monstruosas alas que crecieron de la nada… Cuando abrió sus ojos todo sucedió muy rápido y muy confuso, para cuando reaccionó ya estaba fuera de la torre, en una ciudad en ruinas, junto a una explosión expansiva. Ese era definitivamente el mecanismo de alerta ante escape, erradicándolo todo en esa tierra.
De pronto algo pesaba en las espaldas de Jano, era Ángelo aferrado a su esperanza de hacer lo correcto esta vez, con la daga sumergida en su espalda. En tan solo un rugido Jano eliminó la amenaza, pero para Ángelo no había esperanza.
-: ¡Ángelo! –lloró.
Con los pocos recuerdos que conservaba, Jano abandonó la ciudad para buscar respuestas y perdón, deambularía doce años antes de regresar al pueblo con la verdad en sus labios y la redención. Sosteniendo la daga en sus manos, recordó…
Fin
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