Y entonces, corriste la vista, te hundiste en la pista de huellas perdidas hace rato, dibujando el camino con tu zapato, levantando de la tierra polvareda. Pensando que no te afectaría por no haber piedra, desanduviste y anduviste el camino, sin saber que el polvo fino lo llevarías contigo donde fueras. Pero nada quitaría de tu cuerpo y tu memoria la sensación de esas notas de polvo que acariciaron tus ropas, dejando la más imperceptible mancha, que es ahora la razón de tu corrompido corazón, o, tal vez, la que lo baña con el más embriagante licor, mañana tras mañana.
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